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sábado, 25 de septiembre de 2021

BEATIFICACIÓN DE TRES MÁRTIRES VILLAFRANQUEÑOS

 


El próximo día 16 de octubre de 2021, tendrá lugar en la Catedral de Córdoba la beatificación de 127 mártires, de los cuales tres son de Villafranca de Córdoba. Aunque ya se ha publicado por varios canales, voy a dejar constancia de este hecho  en mi blog porque considero que estos tres paisanos nuestros también han formado parte de la historia, aunque amarga historia, de Villafranca y de España.

Estos son sus nombres y sus biografías, usando como fuente la web de la Diócesis de Córdoba :

Francisco Izquierdo Pérez

Laico. ( Villafranca de Córdoba, Córdoba, 1918-El Carpio, Córdoba, 4 agosto 1936, 18 años)
 


Por Miguel Varona Villar, director del Secretariado diocesano para las Causas de los Santos

Sus partidas de nacimiento y bautismo fueron destruidas, pero, gracias a la de defunción, se sabe que nació en 1918 y que sería bautizado en la única Parroquia de su pueblo natal, la de Santa Marina de Aguas Santas.
Su padre era Pedro Izquierdo Castro, dedicado a las faenas agrícolas como encargado de algunas fincas de la zona, y su madre era Marina Pérez Martínez, ocupada con las labores del hogar familiar. Tuvieron seis hijos (cinco varones y una hembra), siendo él el mayor. La madre murió al poco de nacer la última hija. Don Francisco, con sólo diez años, se volcó en cuidar de sus hermanos menores, especialmente con la más pequeña.
Formaban una familia sencilla, modesta, de clase media baja y religiosa. Gracias al fervoroso clima familiar, todos los hermanos Izquierdo Pérez fueron monaguillos de la Parroquia. Y don Francisco llegó a ser sacristán de la misma, sustituyendo a don Juan Gálvez Lozano (también mártir) cuando éste se trasladó a Fernán-Núñez. Incluso uno de sus hermanos, José María, ingresó en el Seminario y fue ordenado sacerdote salesiano.
Don Francisco era un joven alto y delgado, guapo, alegre, abierto y amigable. Inteligente y buen estudiante, le gustaba aprender e incluso tenía la intención de realizar estudios superiores en Sevilla. Sus aficiones eran la lectura, tocar el piano y cantar. Era además servicial, en especial en su trabajo como sacristán al cual dedicaba largo tiempo y muy unido al párroco, que complementaba con ayudas al juez de paz local. Estaba soltero y no se sabe si cultivó alguna amistad con el otro sexo, viviendo con su padre y hermanos en el hogar familiar. Se relacionaba con los católicos del pueblo y la gente humilde, de la cual procedía, y cumplía con sus deberes religiosos, asistiendo a Misa y cantando en ella gracias a su buena voz y a que tocaba el armonio. También ayudaba al sacerdote cuando llevaba el Viático. Era miembro de la Juventud de Acción Popular.
A partir del 18 de julio de 1936, los mineros de Linares (Jaén) tomaron posiciones en Villafranca de Córdoba. Quemaron los lugares de culto, profanaron las imágenes religiosas y mataron a algunas personas tanto por sus creencias cristianas como por sus ideas políticas.
Don Francisco fue detenido en la noche del 31 de julio al 1 de agosto, en la finca “La Huertezuela”, donde estaba con su padre y hermanos. Un grupo de milicianos preguntaron por él y, con el pretexto de tomarle declaración, lo condujeron a la cárcel del centro del pueblo. En ella estuvo preso tres días, y su padre y algún hermano pudieron visitarle para llevarle alimentos. No se mostró triste ni asustado; al contrario, no llegó nunca a perder la paciencia ni a portarse mal, ni siquiera con sus carceleros.
El 3 de agosto, cuando su padre fue a llevarle el café por la mañana, le dijeron que se habían llevado a su hijo al cercano pueblo de El Carpio. Su padre fue allí, y preguntó a unas mujeres si habían visto pasar a una cuadrilla con un detenido. Ellas contestaron afirmativamente, añadiendo que el joven iba maniatado detrás de un caballo y les pidió agua para beber. Cuando iban a dársela, un miliciano la ensució con excremento de caballo para que no bebiera, y se rieron de él. Llegado a El Carpio, consiguió que le dijeran que su hijo estaba detenido allí, pero le amenazaron con matarle si no se volvía a Villafranca de Córdoba.
Al día siguiente, su padre regresó a El Carpio con un hermano suyo. Al preguntar por su hijo don Francisco, le dijeron que lo habían torturado y lo habían llevado a “El Salto” (zona muy conocida del Río Guadalquivir) para matarlo. Según el Registro Civil de Villafranca de Córdoba (tomo 34, pág. 161), falleció el 4 de agosto de 1936. Su muerte se debió exclusivamente a su estrecha vinculación con el párroco y a su fecunda vida cristiana, circunstancias ambas bien conocidas en el pueblo.
Su cadáver fue llevado a una fosa común frente al Cementerio de Pedro Abad. Tras la Guerra Civil, todos los restos allí inhumados fueron colocados en una fosa común del Cementerio, bajo una gran lápida en la que figuran los nombres de todos los asesinados. No figura el suyo, omitido porque en su momento no fue identificado por sus familiares.

Juan Gálvez Lozano

Laico. ( Villafranca de Córdoba, Córdoba, 1 marzo 1900-Fernán-Núñez, Córdoba, 25 julio 1936, 36 años)
 



Por Miguel Varona Villar, director del Secretariado diocesano para las Causas de los Santos

Hijo de Francisco Gálvez y de Amalia Lozano, fue bautizado en la Parroquia de Santa Marina de Aguas Santas de Villafranca de Córdoba, en fecha sin precisar. En este pueblo creció y se desarrolló gran parte de su vida.
En el año 1918 don Juan solicitó al Obispo de Córdoba, Mons. Ramón Guillamet, ocupar la plaza de sacristán segundo de la Parroquia de Ntra. Sra. de la Asunción de El Carpio. El Párroco de Villafranca de Córdoba informa sobre él: “Certifico su buena conducta, frecuencia de Sacramentos y gran honradez, como asimismo de estar suficientemente instruido para el cargo que solicita”. Con 18 años comienza don Juan a trabajar para la Iglesia, y en El Carpio estará algunos años hasta su traslado a la Parroquia de su pueblo natal.
Vuelto a éste, sigue trabajando como sacristán y sochantre de su Parroquia bautismal. Ya estaba casado canónicamente con doña Marina León Fernández (no se ha podido localizar su partida), y ella se dedicaba a las labores de costura. Formaban un matrimonio que vivía en armonía y paz, con un trato afectuoso entre ellos y hacia todas las gentes, siendo así una familia ejemplar y muy querida. Su vida religiosa matrimonial era también notoria.
En Villafranca de Córdoba nació su único hijo, don Francisco Gálvez León, el 10 de julio de 1929. El matrimonio recibió a su único hijo con inmensa alegría y confianza, y fue don Juan quien esperaba que su hijo fuese un día sacerdote de la Diócesis de Córdoba, como así fue (el 29 de junio de 1952, falleciendo en el 2003).
Fue posteriormente destinado, a principios de los años treinta, a la Parroquia de Santa Marina de Aguas Santas de Fernán-Núñez, tras lograr una plaza como sochantre y sacristán de ésta. Allí tendrá una relación muy estrecha con el Párroco don Rafael Reyes Moreno (también mártir). No pertenecía a ningún partido político, desconociéndose su filiación política si es que la tenía. Sus únicas ocupaciones conocidas eran su familia y sus tareas en la Parroquia. Era conocida y apreciada su buena voz y su esmerada dedicación al canto en los actos litúrgicos parroquiales y en los funerales. Ayudaba además a enseñar canto a los niños, haciéndolo con paciencia y suave carácter.
Los hechos acaecidos en Fernán-Núñez a partir del 18 de julio de 1936 ya se han relatado en la biografía del párroco de este pueblo, don Rafael Reyes Moreno. Ambos, Párroco y Sacristán, y los otros dos sacerdotes que había en el pueblo, don Arturo Franco Castro y don Justo Moreno Luque (también mártires), fueron detenidos el día 20 de julio, encarcelados en la Escuela de Vílchez y sometidos a escarnio. Los cinco días en que estuvieron presos todos ellos siempre dieron un testimonio de oración, de paz y de perdón. Al llegar las tropas nacionales al pueblo, el día 25 de julio, fueron ametrallados junto con los otros presos, en un total de trece.
En la prisión y muerte de don Juan no hubo ningún otro motivo sino el odio religioso y su estrecha relación con los sacerdotes de la Parroquia de Fernán-Núñez y con la Iglesia Católica, debido a su trabajo como sacristán. Es lo que Mons. Antonio Montero Moreno, en su conocido libro “Historia de la Persecución Religiosa en España. 1936-1939”, ha calificado como “la peligrosa vecindad con la sotana”.
El expediente de la detención, prisión y muerte de don Juan está recogido en la Causa General (Archivo Histórico Nacional de Madrid, legajos 1.044, números 1 y 2). El Informe-Cuestionario de 26 de junio de 1937 redactado por el Párroco de Fernán-Núñez, don Antonio Jurado, expone que fueron asesinadas “tres (personas), el Párroco y el Coadjutor de esta Parroquia y un Sacerdote de Montemayor que aquí se refugió (…) Todos fueron asesinados por odio religioso, entre ellos el Sacristán de la Parroquia” (Archivo de la Secretaría del Obispado de Córdoba, Caja “Fernán-Núñez”). Y M. Nieto Cumplido y L. E. Sánchez García, cuando narran la muerte de estos sacerdotes, finalizan diciendo: “Con ellos quedó también el cadáver del fiel sacristán de don Rafael, Juan Gálvez Lozano” (o. c., 727).
Su defunción fue inscrita el mismo día de su muerte en la partida del Registro Civil de Fernán-Núñez: “Falleció en la Escuela Marianista (…) el día veinticinco de Julio último, a las ocho, a consecuencia de disparos de arma de fuego, y su cadáver habrá de recibir sepultura en el Cementerio de esta villa (…) Nota marginal del 21 de Diciembre de 1936: (subsanando la omisión de la causa de la muerte) ser vilmente asesinado por las hordas marxistas por disparo de armas de fuego, habiendo estado con anterioridad un día en prisión sometido a mofa y toda clase de escarnios” (tomo 57, página 123 vto.).


Baltasar Torrero Béjar

Laico. (Villafranca de Córdoba ,Córdoba, 1865- Villafranca de Córdoba, Córdoba, 8 agosto 1936, 71 años)




Por Miguel Varona Villar, director del Secretariado diocesano para las Causas de los Santos

Era hijo de Antonio Torrero y Ana Béjar, que le bautizaron en la Parroquia de Santa Marina de Aguas Santas de Villafranca de Córdoba (no se encuentra su partida bautismal). Nada puede relatarse sobre su infancia y su juventud.
Don Baltasar estaba casado con Ana de Jesús Luque Alcaide, formando un matrimonio de profundas vivencias cristinas y con dos hijos, Antonio y Francisco. El párroco de Santa Marina de Aguas Santas, don Enrique Ayllón, confesaba la posición humilde de esta familia, la educación cristiana que ofrecieron a sus dos hijos, animando a su hijo Antonio para servir al altar como monaguillo. Dentro de sus estrecheces en su trabajo como zapatero, les ofreció a ambos hijos una buena educación en las Escuelas Nacionales.
Don Baltasar era bien conocido en todo el pueblo por su humilde profesión, reconociéndose su buen trabajo y afán por ganar el sustento a su familia. Se le conocía bien por su carácter extrovertido, muy agradable y siempre bondadoso. A todo lo cual se unía una fe cristiana manifestada abiertamente, frecuentando él y toda su familia la iglesia todos los domingos, además de acudir a las novenas, los triduos y demás ejercicios piadosos propios del lugar y de la época. Incluso se sabe que ayudaba ocasionalmente al párroco como sacristán.
El primero de los hijos, Antonio, el que había sido monaguillo en la Parroquia de Villafranca de Córdoba, eligió el camino de la Iglesia, dentro de la Congregación Salesiana, siendo ordenado sacerdote en septiembre de 1913; este era el motivo, ser padre de un religioso sacerdote, por el cual era más conocido don José en el pueblo. El hijo menor siguió la carrera militar, y se ocupará de la madre viuda cuando don Baltasar muera.
El hijo salesiano fue martirizado, junto con seis compañeros más, en Ronda el 24 de julio de 1936 (siendo beatificado en Roma el 27 de octubre 2007). Éste, al despedirse del director del aspirantado de Montilla, le había añadido: “... Que animes a tus niños. No los abandones jamás. Si a mí me ocurre algo, que Manolito (su sobrino) no escriba nada a mis padres. Son tan ancianos... Adiós”. No hizo falta, pues a los pocos días de ser martirizado su hijo salesiano don Antonio, “en Villafranca de Córdoba, a sus setenta y un años, fue asesinado también el padre de don Antonio por el sólo motivo de tener un hijo sacerdote”. Mons. Montero Moreno cita el caso de don Baltasar en el capítulo XXIII de su libro “Historia de la Persecución religiosa en España (1936-1939)”, titulado ‘La peligrosa vecindad con la sotana’, en una nota a pie de página en la que se presentan hasta 40 casos similares.
Don Baltasar fue detenido el día 8 de agosto de 1936 en el pueblo por ser padre de un sacerdote. Los milicianos fueron directamente a su casa para detenerlo. Su esposa quiso retenerlo, pero se lo arrebataron, para ser conducido a las afueras del pueblo y fusilado. Pocos días después del asesinato de su hijo salesiano, él fue fusilado por el único motivo de ser “padre de un sacerdote”, tal y como se recoge en la documentación de su hijo religioso y beato mártir, en la Positio de la Causa de Beatificación y Canonización de los Mártires Salesianos de Andalucía (Roma, Tipografía Guerra, 1995).
Sus restos descansan hoy en el Cementerio de Villafranca de Córdoba, en el nicho de su familia.

Aclaración de su nieto Antonio Francisco López Torrero: "D. Baltasar y Dñª. Ana, tuvieron diez hijos, cinco llegaron a adultos y tres tuvieron descendencia, se llamaban, Antonio (1888-1936), Ana Rosa (1892-1967), Frasquita (1895-1930), Marina (1896-1918) y Francisco (1902-1945).



Dejo el enlace de la página https://www.diocesisdecordoba.com/beatificacion-martires-cordoba   para el que quiera consultar la biografía de cualquiera de los 127 Mártires de la diocesis de Córdoba. El grupo está compuesto por 79 Sacerdotes diocesanos, 5 Seminaristas, 1 Religiosa Hija del Patrocinio de María (HPM), 3 Religiosos Franciscanos (OFM) y 39 fieles laicos (29 hombres y 10 mujeres).


miércoles, 8 de septiembre de 2021

ADIOS AMIGO ANTONIO FERNANDEZ "EL CARBONERO"

 

Antonio en su mesa de trabajo de la torre de San Miguel, lugar donde expone su obra.

Si hace unos meses te felicitábamos por haber alcanzado el siglo de vida, hoy tristemente nos tenemos que despedir. Por desgracia, esta maldita pandemia cortó de raíz las charlas que veníamos manteniendo en lugares como la torre de San Miguel, donde exponías tus obras de artesanía, también en tu casa o en la cochera de la calle Federico García Lorca, donde tu barco ha quedado amarrado en puerto seco sin su capitán. Parece casualidad o el destino quiso que nacieras en 1920 con los últimos repuntes de la pandemia llamada “gripe española” y ahora con más de  cien años, te vayas en plena batalla de otra pandemia. 


Con la misma reflexión tuya con la que finalicé mi felicitación de tu aniversario, quiero finalizar esta despedida: “A lo largo de mi vida, tan solo dos verdades he podido detectar, que son el nacer y el morir, que ni el tiempo ni el hombre pudieron cambiar". 

Descansa en paz capitán.