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miércoles, 13 de julio de 2016

EL NOBLE OPILANO. I

A raíz de la publicación que ha hecho Antonio Herrera en el grupo de Facebook "Historia Gráfica de Villafranca de Córdoba" sobre Opilano, aportando este documento tan valioso, me he puesto a indagar sobre este asunto y desgraciadamente sobre la lápida y el sepulcro, solo queda el dibujo de la transcripción que Antonio aporta. Comprenderéis lo que digo cuando leáis el artículo que Luis Segado editó sobre este noble y que por lo que cuenta, este sepulcro que se utilizo, por desconocimiento de su valor histórico, para apagar cal, en la casa de la calle Ayllón Cubero, 4, desapareció en unas de las reformas de esta casa, su destino posiblemente en alguna escombrera.




Dibujo del texto que aparecía en la lápida de Opilano.

(+) Esta piedra excavada contiene los restos de Opilano, de glorioso nacimiento, por su linaje, manifiesto en el gesto y la compostura. Poderoso por las fuerzas (a su cargo) y famoso por la robustez de sus miembros, se le ordena que llevara proyectiles, y, en calidad de depredador, se le destina a (la tierra de) los Vacceos. Muere pertrechado para guerra, privado del auxilio de sus compañeros. Cae deliberadamente derribado. Sus clientes le rescatan malherido. Se le lleva exánime a su casa, y es enterrado por sus siervos domésticos. Llora la esposa con sus hijos, grita la familia con llantos. Vivió como diez veces tres, además de cuatro por cuatro años. El día primero antes de los idus de septiembre, fue herido de muerte por los vascones, en la Era sexcentésima y octogésima. Recuerda que esto ocurrió. Fue sepultado < descansa> a seis días de los “idus” de octubre. 



Uno de los datos más importantes sobre la presencia de los visigodos en la zona cordobesa durante el siglo VI, nos la aporta una lápida funeraria que junto con un sepulcro de piedra blanca, apareció en un olivar cercano a Villafranca en el año 1.827.



Vista desde satélite,  finca Los Mugrones

El epitafio en verso del noble Opilano relata cómo resultó herido en una batalla frente a los vascones en el año 642. Murió a los pocos días en su residencia y fue allí enterrado. En la inscripción sepulcral, Opilano aparece representado como dechado de los valores que la nobleza hispana de la época esperaba de un buen guerrero. La lectura del epitafio realizada con más cuidado hasta la fecha es la propuesta por Vives en 1942, que se transcribe a continuación:


ARTÍCULO DE LUIS SEGADO: VESTIGIOS VISIGODOS EN VILLAFRANCA


 Esta lápida era de Oppila, rico noble visigodo, que al mando de sus siervos y de otras personas que de él dependían, acudió para ayudar al rey en la guerra con los vascones, encargándosele llevar a dicha región un cargamento de armas (flechas). Quedó aislado de sus compañeros y murió, quizás a los 46 años, en el curso de una escaramuza el día 12 de Septiembre del año 642.

Sus compañeros rescataron su cuerpo y lo trajeron a Villafranca para enterrarlo en sus dominios el 10 de Octubre. Oppila debió pertenecer a la población visigoda instalada en la Bética. Si bien la presencia goda en Andalucía no fue tan grande como en la Meseta, el asentamiento militar godo debió incrementarse en esta centuria. Algunos elementos, como el citado Oppila, pertenecerían a la aristocracia castrense que había recibido en la Bética vastos dominios señoriales y que acudirían con sus siervos a la llamada de los reyes en caso de guerra.

La muerte de Oppila coincide con el reinado del rey visigodo Chindasvinto (642 - 653) que una vez en el trono se reveló contra la misma nobleza que le ayudó a ocuparlo. Durante su reinado hubo varias sublevaciones de los vascones, en una de las cuales murió el noble visigodo que nos ocupa. El historiador cordobés D. Luis Mª Ramírez de las Casas Deza, médico de Villafranca desde noviembre de 1.827, a Junio de 1.829 fechas cercanas a la aparición del sepulcro nos hace la siguiente descripción de él:

"Era de piedra blanca de una pieza y de figura de ataúd, y contenía el cadáver de un personaje corpulento que cubría una lápida cuyo epitafio empezaba con la señal de la cruz y pequeñas letras incluidas en otras de mayor tamaño con raros nexos y abreviaturas que expresaban que aquel sepulcro era de Opilano, varón esclarecido, rico y de grandes fuerzas, muerto en la guerra con los vascones y siendo de edad de 46 años el día 12 de Septiembre corriendo la era de 680 (año 642) habiendo ido a militar con los vascones y conducido el cadáver a su patria fue sepultado con el llanto de su mujer, hijos y familia el 10 de Octubre."

Si bien este historiador no menciona el lugar donde se encontraban la lápida y el sepulcro, pude averiguar en posteriores investigaciones que era en la calle Triunfo (Ayllón Cubero nº 4) que en el año 1.827 pertenecía a la familia Prados, propietaria del referido olivar.


Portada de la casa en calle Ayllón Cubero, nº 4

Por la trascendencia que hubiera tenido su aparición he acudido en varias ocasiones a su búsqueda, especialmente el pasado otoño y debido al interés mostrado por la Directora del Museo Arqueológico de Córdoba y otros estudiosos del tema, siendo siempre infructuoso el resultado.

Por fin pude constatar con la antigua dueña de la casa que me informó que tanto el sepulcro como la lápida se encontraban en ella y en la parte correspondiente a la calle Parrillas, la lápida embutida en la pared medianera y el sepulcro, que ajenos al valor histórico que tenía lo utilizaban para apagar cal, junto al pozo.

Animado con estos datos, me entrevisté con posteriores propietarios y albañiles que habían llevado a cabo algunas reformas en la mencionada casa, sin que nadie haya podido informarme del paradero de ambas piezas. La ilusión de encontrarlas duró hasta principios de año, en que derribada la vivienda de la calle Parrillas y a pesar de la colaboración e interés mostrado tanto por los albañiles como por los dueños no fue posible hallarlas, presumiblemente en una de las ya mencionadas reformas y bajo la piqueta ha desaparecido este importante vestigio arqueológico.


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