Inmersos de lleno en las fiestas de Navidad, repasando algunos artículos escritos en aquella revista FUENTE AGRIA de Villafranca, encuentro esta narración de nuestra paisana, escritora de vocación y fotógrafa de profesión, me refiero a doña Antonia Burgos Bejar.
Antonia nos relata las vivencias de su niñez en las fiestas de Navidad, en unos tiempos duros y de gran escasez terminada la guerra. A pesar de todo dice que se sentían felices, prueba de ello, este párrafo que extraigo de su carta:
! Qué felices nos sentíamos, aún en medio de aquella
escasez...i Y es que en nuestra casa había paz. Y había amor. El mejor símbolo
de una Noche Buena...
No sé si Ana Vega recuerda haberle oído cantar a su madre las coplillas que comenta: "Los Mayos", "Anita, Anita", "Ya Viene Don Pedro", " La Niña pelando la pava". Sería bueno que Ana o alguien que la sepa de haberla oído cantar a sus padres o abuelos, nos la tatareara o escribiera su letra.
MI PUEBLO Y LA NAVIDAD
No sé de qué modo celebran ahora por mi tierra la Navidad. La forma en que las gentes de mi pueblo viven en estas épocas esos días entrañables. Son muchos años los que he pasado fuera y los pueblos cambian. Recuerdo las Navidades de mi niñez. Eran los años duros, difíciles de la postguerra. Para nosotros en casa, esas fechas tuvieron siempre un valor íntimo y a la vez grande. Supongo que el Misterio de esa Noche lo captábamos y lo dejábamos penetrara en lo más íntimo y profundo de nuestras almas. Idealizábamos la Fiesta y poníamos toda nuestra sencilla emoción en cuanto hacíamos para celebrarla.
Recuerdo que mi hermano me hacía un "Belén" de 'recortables". ! Estábamos tan mal de "perras"...! Me hacía también una zambomba. Y él, que era muy habilidoso, se fabricaba una "carraca". Mi padre querido tocaba la bandurria...En cuanto se hacía la noche, nos recogíamos en la habitación para estar junto al "belén" que se había colocado sobre la piedra de la cómoda.
Cenábamos temprano para que mi abuela, que era muy anciana, pudiera hacer bien la digestión. Nuestra cena era sencilla, como correspondía a aquellos tiempos. Para poder tener el pan necesario en aquella noche y al día siguiente, habíamos estado sin probarlo cinco o seis días antes, dejando los tickes en la cartilla de Racionamiento para poderlos sacar todos juntos el día 24, así que cualquier cosita que mi madre querida preparaba, con sus grandes dotes culinarios, se nos antojaba a nosotros la mejor comida del mundo.
! Qué felices nos sentíamos, aún en medio de aquella escasez...i Y es que en nuestra casa había paz. Y había amor. El mejor símbolo de una Noche Buena...
Después de la cena, mi padre querido cogía la bandurria. Aquella bandurria que él hacía hablar, reir y llorar cuando la tocaba con sus manos maestras. Juan, su carraca y yo, mi zambomba. Y a tocar y cantar villancicos, acompañados por la abuela y mi madre querida. Hermosas navidades que acuden a mi memoria, así como los sueños que me inspiraban él mirar emocionada al niño, Jesús de 'recortables" que me transportaban al autentico "Belén" para postrar mi alma de hinojos ante la Familia Caminante y Humilde de todos los tiempos, que tanto supo de privaciones y pobrezas...
Posteriormente, las Navidades de mi adolescencia, o mejor dicho, "prenavidades" porque en aquella época mis padres no me dejaban salir de casa, nos divertíamos mucho. Mis amigas y yo nos reuníamos con otras muchachas y muchachos mayores, que en grandes grupos cantaban acompañados de zambombas hechas en enormes cántaros para que retumbaran mucho. Cantaban Villancicos, pero también otros cantares picarescos que no se sabe por qué caramba se cantaban en esas fechas, si no contenían el espíritu navideño que lógicamente se imponía. Debían de ser tradiciones populacheras desde vaya usted a saber de qué apocas. Se cantaban "LOS MAYOS", la "ANITA, ANITA", "YA VIENE DON PEDRO", " LA NIÑA PELANDO LA PAVA" y muchas más que he olvidado. Pero nos reíamos y lo pasábamos bien.
Después, poco a poco, la vida se fue rehaciendo. La economía del país también. Y cuando llegaban los días anunciadores del Mensaje, daba gloria andar por nuestro amado pueblo, sobre todo por las calles más próximas a los hornos que con sus deliciosos olores a tanto dulce como en ellos se cocían, te ponían un cosquilleo en la nariz y en el estómago, QUE TE ALEGRABAN EL ALMA. Sí, hasta el alma, que tan lejos está de las cosas materiales, pero !ay! que tan pródigamente participa de ellas, mucho más si las recibe del estómago.
¿Y los almireces, con su alegre repiqueteo machacando azúcar, canela y otras especies, no ponía una cancioncilla deliciosa en nuestros oídos?
Después ya de mayores, conseguíamos que nos dejaran ir a la misa del Gallo. ¡Qué emoción! ¡Como nos transportaban las voces del coro, que hacían "más del cielo" la sublimidad del Misterio! ¡Qué tiempos tan hermosos...! Como dijo el poeta:
"Juventud, divino tesoro
te vas para no volver...!
¿Y ahora, como se celebran las Navidades en mi pueblo?¿Qué hace la juventud? ¿Qué piensa? ¿Qué espíritu le mueve, en la fiesta más entrañable, íntima y hermosa que tiene el año?. Después esos recuerdos ya serán para siempre vuestros y os acompañaran en sucesivas fechas.
Antonia Burgos Bejar
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