Esta panadería casi centenaria, el miércoles día 10 de
octubre de 2018 realizó su última
hornada de pan, siendo regentada en tercera generación por el nieto del fundador, Andrés Blanco Copado y su esposa Lola Delgado
Mendoza.
Entrada a la panadería. |
Sabiendo de su cierre he querido dejar reflejado en esta
edición como ha sido su último día de actividad en la panadería , visitando el
despacho de pan que tenían en las casitas en casa de Anita Díaz y en la
propia panadería tanto en el despacho de pan como en el obrador así como dejar
constancia del último trabajo realizado de cada uno de los que formaban este
equipo de la panadería, a Andrés Blanco atendiendo el despacho de las casitas y
luego elaborando repostería, a Lola atendiendo el despacho de la panadería y a
los oficiales panaderos Alfonso y Paco Ramírez, elaborando su última hornada de
pan.
Andrés atendiendo por última vez el despacho de las casitas. |
En la fachada del despacho unos clientes llevan sus últimas compras de pan. |
Lola atendiendo su último día en el despacho de la propia panadería. |
Mientras Andrés Blanco está trabajando elaborando unos ricos
cortaditos de sidra, le pido que me vaya narrando como fueron los comienzos de
esta actividad y me de algunos detalles cronológicos de su historia. Comienza
diciendo que el fundador fue su abuelo Andrés Blanco Pérez y era segador cuando
comienza a alternar este trabajo con la elaboración de pan, sobre el año 1927
aproximadamente, junto con su señora
Remedios Cuestas Ramírez, hasta que consideró que este negocio era más rentable
que el oficio de segador y ya se dedicaron en exclusiva al pan, aunque por
carecer de horno tenían que ir a cocerlo al horno de Angelita Nieto, señora que
crió a Manuela “La del pan”.
Unos años antes de la guerra civil compran un horno que
estaba situado en la misma finca que el horno actual, en la calle Hornillo, comprado
con un acuerdo de pago por plazos, así hasta que comienza la guerra y salen del
pueblo estableciéndose en la finca de Navasoguero (Adamúz). Su padre, Francisco
Blanco Cuestas, se queda en Villafranca, ofreciéndole los cabecillas de las
tropas sublevadas que siguiera haciendo pan, él le dice que no tiene
inconveniente pero que la harina había que traerla de El Carpio y éste estaba
tomado por las fuerzas republicanas, le dijeron que ya arreglarían ese
inconveniente, pero al día siguiente el pueblo es tomado por los milicianos republicanos
y se marcha también al encuentro con sus padres en la finca de Navasoguero,
finca que posteriormente la compra su
padre Francisco aunque todos le llamaban Frasquito. Allí se dedican a hacer pan
pero como el horno de allí era pequeño se trasladaron a un horno más grande, de
la finca de al lado también llamada Navasoguero.
De allí marchan a Villanueva y Francisco Blanco se alista en
los carabineros, donde sirve durante toda la guerra. Terminada esta vuelven de
nuevo al pueblo y reanudan su actividad en el horno sus abuelos y la familia,
Frasquito terminada la guerra tiene que hacer el servicio militar y se incorpora
una vez terminada esta. Me cuenta Andrés Blanco que la señora que le vendió el
horno a su abuelo viendo que era un negocio muy rentable quiso recuperarlo pensando que no podrían hacer
frente al pago pero su abuelo le dio todo el dinero que le debía, dinero que
según le cuentan, esta señora tuvo que gastárselo luego todo en pan.
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En los mejores años de este negocio se llegaban a amasar casi
una tonelada de harina diaria y lo tenían que amasar en un “malacate” que era
una especie de amasadora con unas cuchillas acopladas a un eje tirado por una
yegua que también utilizaban para cargarla de pan y vender por la calle, luego
fue sustituida esta, por otra amasadora con una manivela accionada por ellos, hasta que ya
pudieron trabajar las máquinas con luz eléctrica, aunque tenían que tener
preparado un grupo electrógeno de gasoil porque el servicio eléctrico era muy
deficiente.
El horno al principio era calentado con leña de jarra, que
recogían los muleros hasta que comenzaron a usar leña de encina, luego se
cambio por otro horno también tradicional de ladrillo pero que se calentaba con
combustible u por último por otro donde se puede meter el pan con las bandejas
sobre carros.
El encargado de traer la harina y meterla en el almacén era
su tío Andrés, este manejaba el camión pero dice que su tío nunca tuvo carnet
de conducir. Su madre, Teresa Copado y luego también su tía María se dedicaban
a la cocina que según él, no era chica, porque preparaba comida para mucha
gente de los que había colaborando en la panadería bien directa o
indirectamente.
En cuanto él, comienza a colaborar en la panadería casi de nene, vendiendo tortas por la calle, hasta que poco más tarde sustituía a su tío Curro o a cualquier panadero de faltase. A finales de los 70, recibo explicaciones para comenzar a fabricar repostería fina, hasta que sobre el año 80, su hermano Paco Blanco se ocupa ya mayormente de este cometido. Le pregunto a Andrés por los vales de pan que antiguamente utilizaban en las panaderías y Lola me regala para el recuerdo una muestra de ellos.
Y a grandes rasgos esta es la historia de esta panadería casi
centenaria, la cual he visitado muchas veces por mi relación casi familiar debida a la gran amistad que tenía con mi amigo
y hermano Paco Blanco.
Andrés y Loli me dicen que si por un lado se alegran de que
ya puedan disfrutar sin ataduras por otro lado van a añorar lo mucho vivido en
este horno y el maestro panadero Alfonso
me decía que ahora tendrá que ir adaptando su reloj biológico a dormir de noche
y no de día, así como su hermano Paco.
Y si ellos pueden tener añoranza, estoy seguro de que todos
los villafranqueños, sobre todo los más mayores que hemos conocido muchos años
esta panadería, hayamos sido clientes o no, la vamos a echar también de menos.
Calle Hornillo, una calle pequeñita pero que pasará a la historia por haber sido sede de una panadería y una cooperativa de pan. |
La verdad es que los que hemos visto esta panadería desde pequeños nos da mucha pena que uno de estos negocios de toda la vida desaparezcan, pero todo tiene un principio y un final. Solo decearles a Andrés y Loli una nueva etapa tan feliz o más de la ya vívida.
ResponderEliminar¡Qué ricos los donuts blancos y negros!! ¡Y las tortas de aceite!! Los vamos a echar de menos...
ResponderEliminarBuenas tardes, disculparme si no es el sitio apropiado, colecciono esos vales, habría alguna forma de contactar para poder tenerlos en mi colección. Buen articulo. Saludos.
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