viernes, 9 de octubre de 2015

LA FLORA


¡¡Eres más exagerá que la Flora!! : Seguro que esto lo habéis oído decir muchas veces, pero quién era la Flora.


Dª. Flora era soltera, vivía en la casa donde está ahora la Escuela Hogar, que fue una mansión señorial y en su fachada tenía dos escudos de piedra, de López de Prieto y Daza, familia a la que perteneció, y que vendieron al marcharse al Carpio. 

La casa tenía el encanto de sus muebles, exóticos traídos por su hermano de Filipinas, Manuel Villalba y Burgos, licenciado en derecho, político republicano y Gobernador Civil de la Unión, una provincia del archipiélago filipino, aunque no llegó a tomar posesión del cargo ante la declaración de guerra por parte de los Estados Unidos.

Doña Flora


A todos los encantos de la casa, había que añadirle, ciertos misterios que atraían e impresionaban, y eran en sus sótanos inmensos, (decían que llegaban hasta el rio), y en ellos la inquisición aplicaban sus castigos. ¿Sabéis lo único que le hacía falta a la casa para ser más misteriosa? ¡un fantasma! Porque en el pueblo por esa época lo sabían todos.

La Flora, era alta, huesuda, de ojos claros muy expresivos, ¡sorda! usaba siempre una trompetilla de plata; vestía como a principio de siglo un hábito gris de San Francisco, hasta los pies con una gran esclavina, el cabello gris peinado hacia arriba ahuecado, y un moño alto.

Una de sus extravagancias era, que cuando había grandes tormentas, mientras más arreciaban los truenos y relámpagos, más se alegraba ella , asomándose a puertas y balcones empezaba a hacer palmas, diciendo “Ole, ole, Omnipotencia divina, bendita seas” así a grandes voces, hasta que desaparecían.

Las exageraciones más grandes eran contra los varones, tenía una fobia grandísima a dicho sexo, si su hermana cogía una aguja para coser un botón a los pantalones de su marido, ésta había que tirarla inmediatamente, si el latonero le arreglaba una sartén y se la acercaba al cuerpo, ésta seguía el mismo camino de la aguja. Para abrir la cancela, siempre cogía la manivela con un trapo por si acaso su cuñado la había tocado antes.

De este tipo de anécdotas, tenía bastantes más, por eso cuando oigáis alguna vez esta popular frase, ya sabéis quien era este singular y popular personaje.

Autor: Myriam.
Fuente: Revista Fuente Agria

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