martes, 27 de marzo de 2018

EL CRISTO DE LA COLUMNA


En el comienzo de la Guerra Civil de 1936, durante la cual se produjo el saqueo de muchas iglesias y la quema de las imágenes que existían en ellas, las iglesias y ermitas de Villafranca, corrieron la misma suerte.

En la iglesia parroquial de Santa Marina de Aguas Santas, había un altar dedicado a la Virgen de la Esperanza y al Cristo de la Columna, este estaba situado en la cabecera de la nave lateral izquierda del templo.
Este Jesús tenía las espinas y las potencias de plata, en el retablo había también una lámpara del mismo metal donada en 1833 por Don Sebastián Rafael Camacho, cuya familia costeaba los cultos y posteriormente Don Fernando Cubero Melero, descendiente del anterior.



El Jueves Santo por la tarde, sobre las cinco, tenía lugar la procesión con los dos pasos, la Esperanza y Jesús Amarrado a la Columna, tras realizar un breve recorrido por calle Alcolea y plaza de Andalucía, volvían de nuevo a la iglesia parroquial.

La imagen de la Virgen de la Esperanza se procesionaba también en la mañana del 2 de febrero, festividad de la Candelaria, para esta ocasión le cambiaban el manto y le colocaban en las manos la talla de un niño y unas palomas,  a los pies ponían una tarta.

En el año 1844, Doña Juana Camacho, hermana de Don Sebastián Rafael Camacho, donó para el Cristo de la Columna un sudario bordado en oro por valor de 600 reales.

Como ya dije al principio, estas imágenes corrieron la misma suerte que todas, desapareciendo, bien quemadas o destrozadas a comienzos de la contienda y ya basándome en fuentes orales, este sudario se salvó de la quema gracias al boticario Don Joaquín Ruibérriz que lo tenía en custodia.

De las manos de Don Joaquín, pasó a la custodia de Rosario Pérez y de esta a un sobrino suyo Paco Pérez Aragón al cual le quedo agradecido por haberme mostrado el sudario y autorizarme para que le haga estas fotos que os muestro.

Me aclara Paco que su madrina Rosario le decía que este sudario solo lo tenía ella en custodia en previsión de que algún día se volviera a venerar en Villafranca un Cristo Amarrado a la Columna, “así me lo transmitió mi madrina y así lo haré yo”, dice Paco.

Rosario Pérez. 











Con respecto a la historia de esta imagen, transcribo artículo editado por Don Luis Segado sobre el retablo de Jesús de la Columna:

EL RETABLO DE JESÚS DE LA COLUMNA DE VILLAFRANCA

UNA OBRA DE ARTE DESTRUIDA EN 1936

Corría el verano de 1581 cuando el villafranqueño Juan Ruiz Chillón el Viejo, hace su testamento en el que entre sus últimas voluntades expresa el deseo de construir, en la antigua parroquia de Santa Marina, una capilla dedicada al Cristo de la Columna que sirviera de sepultura a él, a su mujer y a sus descendientes. Para ello tiene en su poder el permiso del obispo de Córdoba, el dominico fray Martín de Córdoba y Mendoza. En dicha fecha la obra se encuentra cubierta o contratada la hechura del retablo y de la yesería.

Por el sitio que ocupa la capilla se compromete a pagar cinco arrobas de aceite cada año, por siempre jamás, para alimentar la lámpara que alumbra el altar principal de la iglesia mayor. Con el fin de cumplir dicha carga dispone que el mayordomo de este templo cobre el referido aceite al que fuera dueño de un molino, por aquellos años de su propiedad. Sin duda, para asegurar la paga prohíbe taxativamente que dicha finca se venda, cambie, arriende o herede sin esa carga. Asimismo, Para más obligar a los posibles nuevos dueños ordena que no se le pueda gravar con otro censo o hipoteca diferente a la que él mismo ha impuesto.

De igual forma manda que se terminen de hacer las obras, se fabrique un altar con su peana de ladrillo y se coloque una solería del mismo material. En el centro deben construir una sepultura hueca y cuatro terrizas, la primera para el cuerpo de los fundadores, las restantes para cada uno de sus tres hijos y la otra para los sacerdotes encargados de la capilla. Esta iría cerrada por una reja de pino con su correspondiente llave.

Guillermo de Orta, escultor.
La hechura del retablo y de las imágenes que en él se iban a venerar se las encarga al prestigioso escultor nacido en Flandes Guillermo de Orta, que a la sazón estaba labrando el  tabernáculo de la capilla del Sagrario de la catedral cordobesa y el retablo del altar mayor de la parroquia de la Asunción de Bujalance. El siete de mayo de 1581 suscriben el contrato el artista y Juan Ruiz Chillón y se comprometen los afamados artesanos Lope de Liaño, carpintero ensamblador y Diego Cansino, batidor de oro. El primero había hecho las puertas de la referida capilla del sagrario y también intervino junto a Diego Cansino a la construcción del monumento, trazado por Hernán Ruiz III, que el Jueves Santo se colocaba delante del presbiterio de la catedral.


Gracias a este documento podemos conocer detalladamente las características de la obra que se está realizando. Así, el escultor se obliga "de hacer y labrar un retablo de madera de la talla, figuras, tabernáculo y pincel" según un plano que presenta en medio folio firmado por él; por don Juan Varela, vicario del templo parroquial y por don Francisco Tafur de Cárdenas, escribano público de la villa. A este boceto le hacen algunas modificaciones, teniendo que sustituir en los remates los cinco jarrones del proyecto inicial por el mismo número de figuras de niños portadores de insignias de la Pasión. Además dispone que encima del sepulcro que se muestra en el modelo iría pintada, de medio cuerpo para arriba, la efigie de Dios Padre.

Las dimensiones de dicho retablo eran 15 varas de alto y diez de ancho. Para el tabernáculo central se tallaría una imagen de Jesús de la Columna de siete cuartas de alto, similar al de doña Teresa Enríquez que recibía culto en la iglesia mayor de Montilla. Entre las columnas se colocarían unas imágenes: la de San Juan Bautista a la derecha y la de San Francisco a la izquierda; en el banco del altar escribirían con letras doradas el nombre de la persona que lo mandó hacer y la fecha de su finalización.


Coste del retablo y capellanía
El coste de este retablo y de las expresadas figuras asciende a 150 ducados pagados en tres plazos: el primero en el momento de la firma del contrato, el segundo al estar mediado el trabajo y el último al finalizar el mismo. Cuando todo hubiera terminado se colocaría junto al altar un arca que guarda en su casa, que contiene los ornamentos necesarios para decir misa. Al mismo tiempo encarga a sus albaceas que de sus bienes compren un velo de seda para colocarlo delante de la talla de Jesús de la Columna y todo lo que hiciera falta para el adorno de la referida capilla. Una vez acabada, debían de poner en el enterramiento hueco el cuerpo de su mujer, María Sánchez de Lora, ya difunta, y el suyo cuando falleciera. Ese día y el siguiente ofrecerán misas por sus almas.

Para que en la flamante capilla no faltara el culto y cuidar de su limpieza y ornato, Juan Ruiz Chillón crea una capellanía perpetua y nombra como primer capellán al presbítero de Villafranca don Celso Alejandrino. Al mismo tiempo, dispone que para la elección de futuros capellanes tuvieran preferencia sus parientes más cercanos y los de su esposa y, cuando ambos fueran del mismo grado de consanguinidad, nombraran a los suyos propios. Los sacerdotes que ostentarán este cargo se obligaban a decir todas las semanas dos misas, una los sábados ofrecida a Nuestra Señora y la otra, el domingo, de oficio ordinario, ambas serían ofrecidas por el alma de los fundadores.

Para cumplir esta manda deja un capital anual de 10.814 reales, impuestos en varios censos, de esta cantidad 10.500 reales serían para el capellán y los 314 restantes para que el sacristán tuviera la capilla limpia y aderezada.


Traslado a la nueva parroquia.
 Cuando en 1699 finalizan las obras de la nueva parroquia se trasladan a ella todos los retablos e imágenes de la antigua, entre ellos el del Cristo de la Columna, que costeará Juan Ruiz Chillón. Después de esta fecha no volvemos a tener noticias de este retablo y de las tallas que se veneraban en él hasta 1763 en que el vicario de la villa solicita al obispado la celebración, para los días 29, 30 de mayo y 1 de junio, del jubileo de las cuarenta horas que le habían pedido los cofrades de Jesús amarrado a la columna.

Por el informe que en 1819 el párroco de la iglesia mayor envía al responsable diocesano, sobre la Semana Santa, sabemos que esta imagen se procesiona la tarde del Jueves Santo acompañada de otra de Nuestra Señora de la Esperanza. Ambas salen de la parroquia sobre las cinco de la tarde y se recogen una hora después; en los últimos lustros de la centuria decimonónica. Los derechos parroquiales de estos cultos oscilan alrededor de los 35 reales, cantidad sensiblemente inferior a las que abonan por el mismo concepto las hermandades del Nazareno y del Santo Entierro. Esta procesión se mantiene hasta los comienzos de la guerra civil. La imagen de la Virgen también salía con la advocación de la Candelaria la mañana del dos de febrero, festividad de la Purificación de Nuestra Señora.


A principios del siglo XX el retablo de Jesús de la Columna se encuentra ubicado en la cabecera de la nave lateral izquierda del templo parroquial, además de la talla de Nuestra Señora reciben culto las de San Francisco y San Antonio Abad. El ajuar de este altar está compuesto por una lámpara de plata, donada en 1833 por los hermanos Juan Rafael y Juana Camacho  que también costeaban los cultos que se celebraban en él, las tres potencias que lucía el Cristo y la corona de la Virgen también del mismo material. Asimismo, contaba con dos candelabros, un crucifijo, dos sacras y un atril todo de metal. Se contemplaba con dos manteles y otros dos frontales de altar.

Como hemos visto, Guillermo de Orta y Lope de Liaño, hicieron por los mismos años el tabernáculo de la catedral y el retablo de Jesús de la Columna de nuestro pueblo. Esto unido a que en los dos trabajos se representen las efigies de Jesús de la Columna y de niños portadores de insignias de la Pasión, los de Córdoba en relieve y los de Villafranca en busto y de mayor tamaño, hacen que, al visitar el primer templo diocesano, admire este tabernáculo y a la vez evoque el retablo e imágenes que los mismos artista labraron para Villafranca. Su destrucción en 1936 ha impedido que podamos disfrutar de estas obras de arte, de las que sin dudas estaríamos orgullosos y que hoy en día enriquecerían nuestro patrimonio histórico-artístico.

Autor: Luis Segado Gomez.
Cronista Oficial de la Villa.




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