Por la izquierda, Miguel Luna, Miguel Blanco y Tomás Blanco. |
Miguel Blanco. |
Miguel Luna. |
Tomás Blanco. |
Es mi intención, aunar en este blog la historia y cultura de Villafranca de Córdoba.
Por la izquierda, Miguel Luna, Miguel Blanco y Tomás Blanco. |
Miguel Blanco. |
Miguel Luna. |
Tomás Blanco. |
Doña María Pérez Molina, "La Posaera". |
Su abuela Dª. María Pérez Molina, conocida por “La Posaera”, por regentar la posada que había en lo que hoy es la casa de Lucía junto con la de su hermana María. Aún conservan una lista, sin poder precisar fecha, de los precios que se cobraban por día por el hospedaje de transeúntes y caballerías. Yo leyendo la lista no puedo deciros el significada exacto de cada concepto, si alguien lo conoce que nos lo aclare. A mi entender diría que dependía si los animales eran caballos, mulos o asnos y si estos llevaban carga o no.
Le contaban a Lucía que la mayoría de los huéspedes que llegaban a la posada eran gañanes y a las caballerías que llevaban les decían blasfemias de toda índole cuando el ganado no obedecía, lo cual causaba tremendo estupor a los curas que vivían al lado donde estaba la ermita de la Caridad y por su puesto entrando y saliendo de la iglesia parroquial. Era tal su estupor que llegaron a solicitar que echaran un muro en mitad de la calle Alcolea para separar la posada de la iglesia.
No sé si esto es leyenda pero lo que sí puede ser cierto es que como en el Jardinito en esa época era un cementerio, más de un animal se metería en el mismo causando algún destrozo por lo que el clero pediría una separación física de la parroquia y el cementerio para que los animales no se acercaran y posiblemente la verja que hay a lo largo de la fachada de la iglesia tenga que ver con todo esto.
En los primeros años de la década de los 70, un grupo de amigos en el que se encontraban Paco Lara y Antonio Bravo, comenzaron a organizar peroles en lo que en aquellos años para muchos villafranqueños era como ir a la playa y aunque estaba, y está, en el término de Alcolea para nosotros era como nuestro, me refiero al Puente Mocho.
Me cuenta Paco Lara que aquello era un zarzal y que lo limpiaron un poco para
poder hacer allí sus peroles y fue celebrando estos peroles cuando les surgió
la idea a él y Antonio Bravo de edificar un bar viendo las posibilidades de
negocio que podía haber allí por la gran concurrencia de gente que acudía a
bañarse en este lugar.
Así que sin entrar en detalles de cómo consiguieron poder
edificar en este lugar, entre perol y perol ayudando todos los comensales
hicieron el bar y al principio no sé si lo bautizaron con algún nombre, pero
como Paco Lara cada vez que terminaba con su trabajo de carpintero y marchaba
para el puente Mocho decía:”me voy pa Katanga”, ya todos decían lo mismo.
Como era negocio solo de verano, Antonio tuvo que aceptar la
contratación que le hizo una gran empresa de obras porque con solo los ingresos
del bar, no salían las cuentas y Paco
Lara tenía su oficio de carpintero, así que lo dejaron.
Sebastián Pérez, Miguel Tejero y Diego Obrero, toman las
riendas de este negocio que con el paso de los años queda solo en manos de
Diego, el cual lo ha regentado con su mujer Mari Tejero, más de 30 años, hasta
el fatal desenlace de su fallecimiento por enfermedad a falta de poco más de un
año para jubilarse.
El verano pasado Mari con ayuda de su hermana, su cuñado,
sobrinos e incondicionales con gran esfuerzo pudieron abrir las puertas del bar
y seguir atendiendo a su clientela y es por esta dificultad por lo que este
verano ya no han abierto y aunque viviese Diego, el próximo 19 de septiembre de
2020, cumpliría los 65 años, así que la
continuidad de este negocio tenía sus días contados, lo que pase ahora con ese
bar que ha estado abierto medio siglo, es una incógnita.
Año 1935 |