viernes, 17 de junio de 2016

BAR PEPE DIAZ, ANTIGUO PÓSITO

Este bar, está ubicado en el edificio que fue el antiguo Pósito del pueblo, es por lo que le he pedido a Cati y Antonio Aparicio, me cuenten como fueron los comienzos y el origen del bar. Así que ya lo sabes, esos preciosos arcos que tú admiras, mientras saboreas un rico bacalao, tienen nada más y nada menos que cuatro siglos.

Aspecto que presenta en la acualidad el bar Pepe Díaz
Fachada actual bar Pepe Díaz


Como el relato de Antonio es un poco largo ya que comienza hablando del Pósito y donde se hace alusión en su escrito al escudo de piedra que había en la fachada y a un arca de tres llaves. De todas estas cosas y de algunas anécdotas sobre las mismas, las narraremos en una próxima edición. 



Os dejo algunas fotos donde se puede apreciar las distintas transformaciones que ha ido teniendo y una foto del escrito encontrado durante la última reforma.


Fachada antigua donde se aprecia la puerta
que había de acceso a la tienda.

Así era, anterior a la última reforma

Otra panorámica de la barra del bar.


Y esto es lo que nos cuenta Antonio:

En los primeros años del siglo XX, el ayuntamiento de Villafranca decide vender las dependencias en que se hallaba el antiguo pósito, debido a su baja en la actividad para la que fue creado.
Por entonces, se hallaba trabajando de maestro de la villa. Antonio Torres, en el que recayó la citada venta. Al no tener descendencia, por encontrarse soltero, Antonio deja la casa a su hermana Antonia Torres, casada con José Gómez y padres de dos hijos, Antonia y José.
Casáronse los hijos del citado matrimonio, José Gómez Jurado con Manuela Pino y Antonia Gómez Torres con Diego Torres Torrero.

Hallábase por entonces este país sumergido en el abismo que azotó Europa en los primeros lustros de este siglo pasado, por el cual todo el mundo se empeñaba en imponer sus ideas por la fuerza´, al vecino, al amigo, o al hermano´, provocando un reguero de dolor, desarraigo y muerte, a la que esta familia como casi todas las de España no pudo sustraerse.

Pasado este terrible episodio, los dueños de la casa, que en ese momento lo regentaba Diego Torres, deciden arrendárselo a Pepe Díaz, corría el año mil novecientos cuarenta y nueve, año en el que la familia Díaz funda el bar Pepe Díaz, como aún se le conoce y que en la actualidad regenta su hija Catalina.
 
Catalina Pérez y Pepe Díaz. 
Pepe Díaz sujeta a su hijo Antonio, observado por su tía Ana y su abuela Catalina Jesús.

Catalina, Cati, Carmen, Loli y Paqui Castilla.

El "Bombi", Pepe Díaz, Juanito y Catalina Jesús.

Poco después le añade al negocio de bebidas una pensión que ubican en la planta alta, la cual estuvo funcionando hasta las postrimerías de los años sesenta. Unos años después la familia Díaz Pérez compra el edificio del antiguo pósito y tras varias reformas, la última de ellas al principio de los ochenta, el edificio recobra su aspecto primigenio con arcos de ladrillo visto y el artesonado de madera que sostiene la planta superior en la que ahora se ubica la vivienda de la familia.

Niña en la puerta del bar, viendo pasar a los romeros camino de
la Huertezuela. Año 1950 aproximadamente.

Protagonizó otro episodio en esta casa, siendo ya, maestro de la villa, cargo que ejerció, desde el fin de la contienda nacional, hasta su jubilación a principios de los sesenta. El hecho ocurrió, al descubrir una tablilla empotrada en una viga del pósito, en la que se explicaba la fecha, y el nombre del que mandó comenzar las obras de dicho almacén, entregándosela a Don Joaquín Ruiberriz, boticario, y cronista de la villa por entonces.

Foto de la leyenda aparecida en  la reforma del bar.

Esta decía: “D. Bernardino. Esta obra mando hacer el licenciado Enríquez de la Cueva, siendo corregidor desde el 23-X-1593 al 31-XII-1596”.

Autor: Antonio Aparicio.



1 comentario:

  1. Recuerdo haber parado en la fonda cada vez que venía de visita al pueblo con mis padres, y en el año 70 o 71 vinimos a pasar la Semana Santa, pillé una infección tremenda a la garganta y Cati me llevaba los gatitos chicos para animarme. Pasamos en la fonda todas las vacaciones, mis padres jugando al parchís y yo con fiebres de 40 e inyecciones diarias... Aun así, recuerdo con muchísimo cariño aquellos días.

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