jueves, 2 de febrero de 2017

FRANCISCO TORRERO MOLINA, EL ÚLTIMO SANTERO DE LA ERMITA DEL CALVARIO

En una revista editada por la Diputación Provincial de Córdoba en el año 1987, me he encontrado este artículo que trata de una entrevista realizada al último santero de la ermita del Calvario y que se llamaba Francisco Torrero Molina. El artículo lleva por título:

Francisco Torrero Molina, el último santero de la ermita del Calvario

Sr. Francisco Torrero Molina. 


En estas piedras centenarias del Santísimo Cristo del Calvario, sus amigos hemos realizado una entrevista con el último santero, Francisco Torrero Molina, un villafranqueño de pura cepa, de 82 años de edad, que ha vivido de una manera directa los acontecimientos ocurridos antes y después de su destrucción en la contienda española. De la ermita, con estilo tan peculiar, no se tienen datos exactos de la fecha de su construcción, aunque algunos historiadores apuntan al siglo XVII. En este contacto queremos recoger algunos datos históricos. 
.-Paco, ¿cómo comenzaron tus vinculaciones con el Calvario?

.- "Mi trato con la vida, usos y costumbres de la ermita del Calvario comenzó al fallecimiento, sobre 1905, de Pedro Manuel, de quien mi padre heredó por tradición familiar las llaves de la ermita. Por esa época, en mis cortos años, acompañaba a mi padre a cuantas subidas se efectuaban, a cuidar del mantenimiento de esa preciosa joya, hoy en ruinas. 


Con la defunción de mi padre, en el año 1934, me hice cargo personal de su custodia, hasta que en la contienda española (1936), fue utilizada como fortín y por consiguiente perdió el culto y costumbres". Con todas las vicisitudes que se han arrastrado en su largo caminar, existía costumbre de subir en peregrinación todos los viernes de Cuaresma. "La procesión partía de la ermita de la Soledad, por el camino del Canapé, para unirse a los demás penitentes de las poblaciones próximas (Adamúz, El Carpio y Pedro Abad), cuyas villas se hermanaban en estos días tan emotivos de Cuaresma. 


Eran unas jornadas inolvidables, ante el color que poseían. La vigilia era rigurosamente respetada, siendo el menú por excelencia entre los asistentes la tortilla de patatas y el típico bacalao frito". "De las catorce cruces existentes, que simbolizaban cada una de las estaciones de la pasión de Jesús (Vía Crucis), a lo largo de mi dilatada vida, sólo he conocido cuatro de ellas; la del "Camino del Canapé", hoy en pie, la de la "Cruz Marcela", hoy en día sólo conserva la peana; la del "descansadero", junto al pocito y por último, la existente en la ermita, por desgracia desaparecida como las demás".


En ese tiempo y mientras se mantenía el culto, existía una gran tradición y arraigo en el pueblo, de realizar grandes y penosas penitencias por el abrupto y tortuoso camino. Como peculiares podemos citar las señoras que hacían promesas de difícil cumplimiento. Subir descalzas y con una cruz a cuestas como Jesús, para que sus hijos volviesen sanos y salvos de la guerra de África. Otras para que un ser querido saliese de una grave enfermedad. Todo, al fin y al cabo, por la fe que representa el Santísimo Cristo del Calvario".


Aunque los años no pasan, sino se quedan, quiero recordar también que entre los meses de abril y mayo de 1936, me visitó a mi domicilio Pedro Gallardo Rivera (hoy por desgracia desaparecido), algo alarmado por la suerte que podría correr la figura del Santísimo Cristo, ante los rumores que se corrían en algunos sectores del pueblo de subir a profanarlo. Ni cortos ni perezosos, aparejamos un pollino y conseguimos trasladarlo al pueblo y depositarlo en la ermita de la Soledad, al creer que era el lugar más seguro. Más tarde se comprobó que no, ya que desapareció durante los tres largos e interminables años de la guerra civil española".


Por último resta decir, que se podrían escribir cientos de folios sobre sus costumbres, y veo con gran expectación la obra de estos jóvenes emprendedores, y Dios quiera que no le falten las fuerzas para terminar la obra que están llevando a cabo de recuperación de un patrimonio histórico-artístico, que por falta de tiempo, presupuesto e imaginación, tantos años ha estado olvidado. Creo que dentro de algunas fechas, no muy lejanas, tomará vida, aún sin el apoyo de la Administración y la Pasión se representará como lo hacían nuestros predecesores "en vivo" hace más de cuatrocientos años, lo que supondría una forma no usual de expresar nuestra cultura".
Fuente: La comarca cordobesa del Alto Guadalquivir.

Autor: Juan Pérez.


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