En el comienzo de la Guerra Civil de 1936, durante la cual se produjo el saqueo de muchas iglesias y la quema de
las imágenes que existían en ellas, las iglesias y ermitas de Villafranca,
corrieron la misma suerte.
En la iglesia parroquial de Santa
Marina de Aguas Santas, había un altar dedicado a la Virgen de la Esperanza y
al Cristo de la Columna, este estaba situado en la cabecera de la nave lateral
izquierda del templo.
Este Jesús tenía las espinas y
las potencias de plata, en el retablo había también una lámpara del mismo metal
donada en 1833 por Don Sebastián Rafael Camacho, cuya familia costeaba los
cultos y posteriormente Don Fernando Cubero Melero, descendiente del anterior.
El Jueves Santo por la tarde,
sobre las cinco, tenía lugar la procesión con los dos pasos, la Esperanza y
Jesús Amarrado a la Columna, tras realizar un breve recorrido por calle Alcolea
y plaza de Andalucía, volvían de nuevo a la iglesia parroquial.
La imagen de la Virgen de la
Esperanza se procesionaba también en la mañana del 2 de febrero, festividad de
la Candelaria, para esta ocasión le cambiaban el manto y le colocaban en las
manos la talla de un niño y unas palomas, a los pies ponían una tarta.
En el año 1844, Doña Juana
Camacho, hermana de Don Sebastián Rafael
Camacho, donó para el Cristo de la Columna un sudario bordado en oro por valor
de 600 reales.
Como ya dije al principio, estas
imágenes corrieron la misma suerte que todas, desapareciendo, bien quemadas o
destrozadas a comienzos de la contienda y ya basándome en fuentes orales, este
sudario se salvó de la quema gracias al boticario Don Joaquín Ruibérriz que lo tenía
en custodia.
De las manos de Don Joaquín, pasó
a la custodia de Rosario Pérez y de esta a un sobrino suyo Paco Pérez Aragón al
cual le quedo agradecido por haberme mostrado el sudario y autorizarme para que
le haga estas fotos que os muestro.
Me aclara Paco que su madrina
Rosario le decía que este sudario solo lo tenía ella en custodia en previsión
de que algún día se volviera a venerar en Villafranca un Cristo Amarrado a la
Columna, “así me lo transmitió mi madrina
y así lo haré yo”, dice Paco.
Con respecto a la historia de esta imagen, transcribo artículo editado por Don Luis Segado sobre el retablo de Jesús de la Columna:
EL RETABLO DE JESÚS DE LA COLUMNA DE VILLAFRANCA
UNA OBRA DE ARTE DESTRUIDA EN 1936
Corría el verano de 1581 cuando
el villafranqueño Juan Ruiz Chillón el Viejo, hace su testamento en el que
entre sus últimas voluntades expresa el deseo de construir, en la antigua
parroquia de Santa Marina, una capilla dedicada al Cristo de la Columna que
sirviera de sepultura a él, a su mujer y a sus descendientes. Para ello tiene
en su poder el permiso del obispo de Córdoba, el dominico fray Martín de
Córdoba y Mendoza. En dicha fecha la obra se encuentra cubierta o contratada la
hechura del retablo y de la yesería.
Por el sitio que ocupa la capilla
se compromete a pagar cinco arrobas de aceite cada año, por siempre jamás, para
alimentar la lámpara que alumbra el altar principal de la iglesia mayor. Con el
fin de cumplir dicha carga dispone que el mayordomo de este templo cobre el
referido aceite al que fuera dueño de un molino, por aquellos años de su
propiedad. Sin duda, para asegurar la paga prohíbe taxativamente que dicha
finca se venda, cambie, arriende o herede sin esa carga. Asimismo, Para más
obligar a los posibles nuevos dueños ordena que no se le pueda gravar con otro
censo o hipoteca diferente a la que él mismo ha impuesto.
De igual forma manda que se
terminen de hacer las obras, se fabrique un altar con su peana de ladrillo y se
coloque una solería del mismo material. En el centro deben construir una
sepultura hueca y cuatro terrizas, la primera para el cuerpo de los fundadores,
las restantes para cada uno de sus tres hijos y la otra para los sacerdotes
encargados de la capilla. Esta iría cerrada por una reja de pino con su
correspondiente llave.
Guillermo de Orta, escultor.
La hechura del retablo y de las
imágenes que en él se iban a venerar se las encarga al prestigioso escultor
nacido en Flandes Guillermo de Orta, que a la sazón estaba labrando el tabernáculo de la capilla del Sagrario de la
catedral cordobesa y el retablo del altar mayor de la parroquia de la Asunción
de Bujalance. El siete de mayo de 1581 suscriben el contrato el artista y Juan
Ruiz Chillón y se comprometen los afamados artesanos Lope de Liaño, carpintero
ensamblador y Diego Cansino, batidor de oro. El primero había hecho las puertas
de la referida capilla del sagrario y también intervino junto a Diego Cansino a
la construcción del monumento, trazado por Hernán Ruiz III, que el Jueves Santo
se colocaba delante del presbiterio de la catedral.
Gracias a este documento podemos
conocer detalladamente las características de la obra que se está realizando.
Así, el escultor se obliga "de hacer y labrar un retablo de madera de la
talla, figuras, tabernáculo y pincel" según un plano que presenta en medio
folio firmado por él; por don Juan Varela, vicario del templo parroquial y por
don Francisco Tafur de Cárdenas, escribano público de la villa. A este boceto
le hacen algunas modificaciones, teniendo que sustituir en los remates los
cinco jarrones del proyecto inicial por el mismo número de figuras de niños
portadores de insignias de la Pasión. Además dispone que encima del sepulcro
que se muestra en el modelo iría pintada, de medio cuerpo para arriba, la
efigie de Dios Padre.
Las dimensiones de dicho retablo
eran 15 varas de alto y diez de ancho. Para el tabernáculo central se tallaría
una imagen de Jesús de la Columna de siete cuartas de alto, similar al de doña
Teresa Enríquez que recibía culto en la iglesia mayor de Montilla. Entre las
columnas se colocarían unas imágenes: la de San Juan Bautista a la derecha y la
de San Francisco a la izquierda; en el banco del altar escribirían con letras
doradas el nombre de la persona que lo mandó hacer y la fecha de su
finalización.
Coste del retablo y capellanía
El coste de este retablo y de las
expresadas figuras asciende a 150 ducados pagados en tres plazos: el primero en
el momento de la firma del contrato, el segundo al estar mediado el trabajo y
el último al finalizar el mismo. Cuando todo hubiera terminado se colocaría
junto al altar un arca que guarda en su casa, que contiene los ornamentos
necesarios para decir misa. Al mismo tiempo encarga a sus albaceas que de sus
bienes compren un velo de seda para colocarlo delante de la talla de Jesús de
la Columna y todo lo que hiciera falta para el adorno de la referida capilla.
Una vez acabada, debían de poner en el enterramiento hueco el cuerpo de su
mujer, María Sánchez de Lora, ya difunta, y el suyo cuando falleciera. Ese día
y el siguiente ofrecerán misas por sus almas.
Para que en la flamante capilla
no faltara el culto y cuidar de su limpieza y ornato, Juan Ruiz Chillón crea
una capellanía perpetua y nombra como primer capellán al presbítero de
Villafranca don Celso Alejandrino. Al mismo tiempo, dispone que para la
elección de futuros capellanes tuvieran preferencia sus parientes más cercanos
y los de su esposa y, cuando ambos fueran del mismo grado de consanguinidad,
nombraran a los suyos propios. Los sacerdotes que ostentarán este cargo se
obligaban a decir todas las semanas dos misas, una los sábados ofrecida a
Nuestra Señora y la otra, el domingo, de oficio ordinario, ambas serían
ofrecidas por el alma de los fundadores.
Para cumplir esta manda deja un
capital anual de 10.814 reales, impuestos en varios censos, de esta cantidad
10.500 reales serían para el capellán y los 314 restantes para que el sacristán
tuviera la capilla limpia y aderezada.
Traslado a la nueva parroquia.
Cuando en 1699 finalizan las obras de la nueva
parroquia se trasladan a ella todos los retablos e imágenes de la antigua,
entre ellos el del Cristo de la Columna, que costeará Juan Ruiz Chillón.
Después de esta fecha no volvemos a tener noticias de este retablo y de las
tallas que se veneraban en él hasta 1763 en que el vicario de la villa solicita
al obispado la celebración, para los días 29, 30 de mayo y 1 de junio, del
jubileo de las cuarenta horas que le habían pedido los cofrades de Jesús
amarrado a la columna.
Por el informe que en 1819 el
párroco de la iglesia mayor envía al responsable diocesano, sobre la Semana
Santa, sabemos que esta imagen se procesiona la tarde del Jueves Santo
acompañada de otra de Nuestra Señora de la Esperanza. Ambas salen de la
parroquia sobre las cinco de la tarde y se recogen una hora después; en los
últimos lustros de la centuria decimonónica. Los derechos parroquiales de estos
cultos oscilan alrededor de los 35 reales, cantidad sensiblemente inferior a
las que abonan por el mismo concepto las hermandades del Nazareno y del Santo
Entierro. Esta procesión se mantiene hasta los comienzos de la guerra civil. La
imagen de la Virgen también salía con la advocación de la Candelaria la mañana
del dos de febrero, festividad de la Purificación de Nuestra Señora.
A principios del siglo XX el
retablo de Jesús de la Columna se encuentra ubicado en la cabecera de la nave
lateral izquierda del templo parroquial, además de la talla de Nuestra Señora
reciben culto las de San Francisco y San Antonio Abad. El ajuar de este altar
está compuesto por una lámpara de plata, donada en 1833 por los hermanos Juan
Rafael y Juana Camacho que también
costeaban los cultos que se celebraban en él, las tres potencias que lucía el
Cristo y la corona de la Virgen también del mismo material. Asimismo, contaba
con dos candelabros, un crucifijo, dos sacras y un atril todo de metal. Se
contemplaba con dos manteles y otros dos frontales de altar.
Como hemos visto, Guillermo de
Orta y Lope de Liaño, hicieron por los mismos años el tabernáculo de la
catedral y el retablo de Jesús de la Columna de nuestro pueblo. Esto unido a
que en los dos trabajos se representen las efigies de Jesús de la Columna y de
niños portadores de insignias de la Pasión, los de Córdoba en relieve y los de
Villafranca en busto y de mayor tamaño, hacen que, al visitar el primer templo
diocesano, admire este tabernáculo y a la vez evoque el retablo e imágenes que
los mismos artista labraron para Villafranca. Su destrucción en 1936 ha impedido
que podamos disfrutar de estas obras de arte, de las que sin dudas estaríamos
orgullosos y que hoy en día enriquecerían nuestro patrimonio
histórico-artístico.
Autor: Luis Segado Gomez.
Cronista Oficial de la Villa.
Cronista Oficial de la Villa.
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