jueves, 28 de enero de 2016

MAESTROS QUE DEJARON HUELLA.

Dª. Teresa Comino Bertelli. 


En este Blog de Historia de Villafranca, no podría pasar sin hablar de esos maestros que con muy pocos medios dedicaron su vida por completo a la enseñanza con total entrega y dedicación aunque para ello tuvieran que renunciar a su vida privada. Uno de estos ejemplos fue Doña Teresa Comino y aprovechando la edición que la Diputación Provincial hizo sobre estos grandes maestros/as de nuestra provincia, editando un libro con el título “Maestros y maestras de nuestras vidas” quiero dejar constancia en este blog, varios capítulos dedicados a esta maestra y también hacer mención a la figura de su esposo y maestro Don Rafael Benavente.

Doña Teresa Comino Bertelli



Corría el año 1905, cuando el 12 de abril en Huétor Tájar (Granada) nació Teresa, la tercera de cuatro hermanos, del matrimonio formado por José Comino García y Teresa Bertelli Ortega. A los pocos años se trasladan a Córdoba, por motivos laborales, y es en esta ciudad donde inicia sus estudios de Magisterio, en las clases de la Escuela Normal, tras ser preparada para las pruebas de ingreso por doña Rosario del Riego, regente de la Clase de Prácticas de la Escuela Normal de Maestras, el día 8 de junio de 1920.




A finales de septiembre de 1928, se matricula para las oposiciones de ingreso en el magisterio nacional. Superada las pruebas, se encuentra en expectativa de destino y a comienzos de 1931, e conceden una plaza en el Grupo Escolar Marqués de Estella, actual Colegio Público Colón de Córdoba. En junio del mismo año toma posesión con carácter definitivo en la escuela nacional de niñas de la Campana (Sevilla).

En el verano de 1934 contrajo matrimonio con D. Rafael Benavente Morales, también maestro nacional, con el que compartiría inquietudes por la enseñanza. De su matrimonio nacieron un hijo, Rafael, y dos hijas, Mª Teresa y Remedios, esta última, maestra, como sus padres. En el período comprendido entre 1928 y 1931, estuvo dando clases particulares en Córdoba y, según nos comenta una de sus primeras alumnas de Villafranca, Dolores Izquierdo, su buen hacer es pronto conocido en este pueblo y esto le facilitó mucho sus primeros pasos como maestra en esta localidad, a la que llegó en 1934, aunque debido a la guerra civil, no sería hasta 1939 cuando se quedó definitiva mente, pues estuvo destinada durante estos años en Puente Genil y Bujalance.


TRAYECTORIA PROFESIONAL EN VILLAFRANCA

Villafranca, a principios del siglo XX, era un pueblo con 4500 habitantes, la mayor parte jornaleros agrícolas y, debido al paro, muchos de ellos pasaban necesidades. El panorama educativo era alentador pues las autoridades mostraban gran interés por la enseñanza. En 1929 se inauguró el Grupo Escolar Barrioblanco, donde funcionaba una escuela graduada con cuatro sesiones para niños. Para niñas existía una escuela unitaria, además de parvulario, en la calle Tafur nº 1, y otra escuela unitaria en la calle Alcolea nº 26, aunque la mayoría de las niñas acudían al colegio de Jesús María y José.


Las inquietudes de los miembros de la Corporación Municipal en la formación de la niñez los llevó a proponer la construcción de un nuevo colegio en 1933 y es, en noviembre del año siguiente, cuando el ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes da luz verde a la ejecución de las obras. Mientras tanto, doña Teresa comienza su labor pedagógica en la escuela unitaria situada en la casa de la calle Alcolea, que tenía un amplio salón en la parte alta, donde daba la clase, y en la baja, la vivienda de la maestra, si bien esta, desde muy pronto, fue utilizada para enseñar a las niñas fuera de horario escolar otras materias como pintura, costura y todas aquellas tareas propias de las mujeres de aquella época. Sus alumnas nos cuentan que ellas debían llevarse sus sillas porque, aunque doña Teresa ponía a su disposición todo lo que tenía, a veces no era suficiente.


Para combatir el absentismo escolar, doña Teresa estaba, diariamente, hasta altas horas de la noche, corrigiendo los trabajos realizados en clase. Su trabajo se complementaba con reuniones con las madres y los padres, aconsejándoles que animaran a sus hijas a ampliar los estudios, una vez concluida la enseñanza obligatoria.

Esta novedosa forma de enseñar y de regalar su tiempo y su cariño a cuantos la rodeaban fue interrumpida por la guerra civil, que obligó a dejar su tarea educativa en Villafranca. Cuando vuelve, los años de la posguerra fueron muy duros y la falta de recursos económicos para comprar material escolar imprescindiblemente le hizo sacar de su sueldo, escaso por entonces, el dinero para libros, cuadernos, tintas de colores y aquellas cosas que ella precisaba para su labor docente.


Sus alumnas nos informan por las conversaciones mantenidas con ellas, que doña Teresa, cuando iba a Córdoba, se pasaba por los escaparates de bordados para copiar los modelos que luego hacían sus alumnas en clase de labores. También nos dicen que cuando se enteraba de alguna técnica nueva de pintura, cuero, marquetería, etc., se llevaba a los mayores para que aprendieran y, luego, la enseñaran a los demás.

Esta forma de agudizar su ingenio para obtener resultados motivaba a sus alumnas, consiguiendo desarrollar sus capacidades con procedimientos creativos. La matricula, que al volver, era bastante escasa, pronto se fue recuperando con niñas de clase media y baja, hasta llegar a contar con alrededor de ochenta, de diferentes edades y preparación. Esta tónica continuó mientras ejerció en Villafranca.


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